SI HAS SUFRIDO UNA PARÁLISIS FACIAL PUEDE QUE SUFRAS DEPRESIÓN Y ANSIEDAD EN EL FUTURO
Las personas con parálisis facial, especialmente las que la han desarrollado más tarde en la vida que en el nacimiento, tienen más probabilidad de sufrir depresión y ansiedad que la población general a raíz de su estigmatización, según un estudio de la Universidad Estatal de Oregón en Estados Unidos publicado en la revista ‘Health Psychology’.
El estudio ha sido realizado por la investigadora del OSU College of Liberal Arts, Kathleen Bogar, en colaboración con la Fundación del Síndrome de Moebius, la Fundación de Parálisis Facial y Parálisis de Bell y la Fundación de Parálisis Facial del Reino Unido.
Para ello, se realizó una encuesta a personas de todo el mundo que presentaban diferentes formas de parálisis facial, tanto congénitas como adquiridas, con el fin de comprender los problemas socioemocionales que las afectan. Se prestó atención a factores como la claridad emocional (la capacidad para identificar y entender las propias emociones), el estigma, el apego y la angustia psicológica.
Los resultados del estudio revelaron que son las personas que adquieren parálisis facial más adelante en su vida son las que más sufren.
Según afirman los expertos, unas 225.000 personas desarrollan cada año parálisis facial en Estados Unidos, ya sea por lesiones o enfermedades como la parálisis de Bell, por problemas congénitos como el síndrome de Moebius o por un trauma de nacimiento.
En esta investigación, explican, se pusieron a prueba dos ideas opuestas: la hipótesis de la «ventaja adquirida», que decía que las personas que adquirieran parálisis cerebral más adelante en su vida les iría mejor en cuanto a claridad emocional, ya que habían completado las primeras etapas en su desarrollo con un rango absoluto de movilidad y expresión; y la hipótesis de la «ventaja congénita», por la cual las personas nacidas con parálisis facial serían capaces de adaptarse desde una edad temprana y en consecuencia podrían desarrollar sus propias formas alternativas de expresarse, como a través del lenguaje corporal o el tono de voz.
Sin embargo, al contrario que las opiniones populares, los resultados del estudio revelaron que son las personas que adquieren parálisis facial más adelante en su vida son las que más sufren.
«Parecía que la gente asumía que las personas que pasaron por su desarrollo inicial sin tener parálisis facial lo harían mejor, como si tener una supuesta infancia normal te daría los fundamentos emocionales», ha explicado Bogart. Las personas con parálisis facial desde el nacimiento tienen la ventaja de aprender cómo funciona el mundo por primera vez junto a esa discapacidad en «un momento de gran flexibilidad cognitiva«. «Las personas con discapacidades congénitas tienen mucho que enseñarnos sobre la adaptación«, ha añadido.
En este sentido, la experta observó que cuando las personas adquirían parálisis más adelante en su vida sufrían una «sensación real de pérdida o un cambio de identidad» al experimentar dificultades en las expresiones faciales, la visión, el habla, la comida y la bebida, así como molestias físicas o dolor.
Tener una cara visiblemente diferente obliga a estas personas a experimentar el shock del estigma y la discriminación de forma repentina. Esto «contribuye a los desafíos» que enfrentan las personas con parálisis adquirida, según ha explicado Bogart.
Tener una cara visiblemente diferente obliga a estas personas a experimentar el shock del estigma y la discriminación de forma repentina. Esto «contribuye a los desafíos» que enfrentan las personas con parálisis adquirida
Se trata del estudio psicológico más extenso hasta la fecha en personas con parálisis facial periférica, ya que logró encuestar a 112 adultos con parálisis congénita y 434 con parálisis adquirida, procedentes de un total de 37 países (en su mayoría de Estados Unidos). La mayoría de los participantes fueron mujeres blancas y la edad promedio fue de 45 años.
El estudio llegó a la conclusión de que las personas con parálisis facial adquirida presentaban tasas más altas de depresión y ansiedad y problemas con respecto a la claridad emocional y al apego, que se deberían a la dificultad para transmitir emociones a otras personas. No obstante, también las personas con parálisis facial congénita, además de las personas con parálisis adquirida, experimentaron un «mayor estigma que la norma» frente a otras afecciones neurológicas.
Bogart descubrió que el estigma era el «principal predictor de ansiedad y depresión» en las personas con parálisis facial. Para abordar este problema y «aliviar la angustia psicológica«, defiende la necesidad de una «mayor protección frente a la discriminación y el acoso» en las personas con rostros visiblemente diferentes. A menudo las personas con parálisis facial sufren rechazos en trabajos de cara al público o en roles de liderazgo, además de ser percibidas como hostiles o desinteradas a causa de su apariencia facial.
«Este es un problema creado socialmente sobre el que se puede actuar«, ha concluido la investigadora. Para ello, quiere promover la implantación de terapias expecializadas que ayuden a las personas con parálisis facial que sufran de angustia psicológica, a través de grupos de apoyo y capacitación en habilidades de comunicación
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